LA VOZ DEL SILENCIO, ALEJANDRO LAVIN.
Escribe: Samuel Maldonado de la Fuente
“Tierra cocida, piedra o palabras”, ,
“Se me ha ocurrido presentar estos
materiales diversos
a fin de extraerles su lenguaje
interno; es decir,
develar con sudor su contenido
estético”.
Alejandro Lavín
Llegó Alejandro Lavín, como siempre, vital, señorial, místico, sugerente al Centro de Extensión Pedro Olmos de la Universidad de Talca, el 12 de Abril de 2012. Traía bajo el brazo, su último libro: “El Pez de Piedra”. La sala estaba en silencio, parecía presagiarse algo, la atención se centró en sus poemas, una nutrida concurrencia tuvo la gran oportunidad, la última, de escuchar la voz del poeta. El poeta Fallece el 25 de abril de 2012, a los 75 años de edad.
Lavín, el poeta artesano, dejaba entrever la sutileza de sus secretos, de
sus modelados, de las arcillas vivientes en su mente, de la cochura con que
había modelado las palabras en sus últimos versos, allí moría el secreto del
artesano, al atardecer terracota del Maule. Ese día estaba modelando sus último
adiós, nadie esperaba tan pronta partida a un oriente de terracota, donde el
gran hacedor le estará encargando nuevas figuras para las nubes del atardecer.
EL ALFARERO
El poeta, vino al
mundo en la lejana Nueva Imperial, en
1937 y se radicó
en Vilches Altos y capacitándose en cerámica a través del Departamento de
Extensión de la Universidad de Talca. Fue miembro de la Primera Sociedad de
Escritores de la región En 1970 inicia
su inquietud literaria, cuando compone su primer cuaderno de poesía “Los Gallos
Suburbanos”.
Debemos decir, que hay una descripción: "El alfarero moldea la arcilla para darle las
más variadas formas, sea increíbles vasijas, platos, jarras, figuras etc. Un
alfarero piensa, ama y sueña su diseño, lo visualiza...lo ama más...se apasiona
y finalmente toma la decisión total de realizar su proyecto que ama porque
siente que salió de su imaginación..
El alfarero prepara el molde, lo hace girar y con sus manos le
da la forma que más ama, esto le deja la impresión de ese primer sentimiento".
Alejandro Lavín, perteneció a aquellos iluminados, que
atraen la mirada de los profanos, es decir, era un iniciado en el campo de la
creación. La percepción de sus
facultades artísticas, la sensibilidad amatoria con que concebía las formas,
quedaban de manifiesto al cubrir la arcilla con un paño para que no se oxidara,
buscaba la pureza de las formas. El mundo amatorio de Lavín, no podía ser otro
lugar que el entorno de Vilches Alto,
donde se radicó, allá en las lejanías del silencio, donde los árboles conversan
entre sí y comentaban con otros árboles,
los nuevos visitantes de
terracota emergían de las sutiles manos del artista del artesano, alfarero.
Cohabitaba con las aves del amanecer, con el fuego
impenitente que cocía sus moldes, con las palabras que urdían su entorno, el
esmeril, la fragua, las estrellas de fuego ( Chispas), la bigornia, la greda,
la niebla, el silencio, el monte, las aves. Todo un sentido simbólico en un
mundo lárico.
El poeta dice:”dedicó
el trabajo al gran río de las nieblas. Tierra de espléndidas alúminas
volcánicas y de poetas no menos iridiscentes, sean mis afanes un homenaje al paterno río Maule y
al gran volcán Descabezado”.
Poesía Reunida
“Poesía Reunida” es
un conjunto de poemas, pertenecientes toda su creación anterior, que recopila
Ediciones Inubicalista, de Felipe Moncada. El tono simbolista del entorno lárico
de algunos poemas, se combina con el habitat natural, de personajes y sueños, por citar algunos, con
lo que circundan sus ojos, la arcilla, las figuras, la naturaleza, las aves,
elementos que combina con sus conocimientos literarios. Desde sus inicio, ya
sabemos a qué atenernos, porque precisamente, se genera un temple y una
sensibilidad, que es lo esencial, el común denominador que atraviesa este libro
antológico.
Sin puntuaciones o divisiones, “Poesía Reunida” está estructurado por poemas ajustados a la sensibilidad del autor, crea una atmósfera intensa, en que predominan poemas sugerentes, reflexivos y
naturales. Hay versos que responden a un ritmo más personal,
no dejando de lado, eso sí, el precepto de
una suave musicalidad en sordina en correspondencia a su contenido.
En
resumen, un poemario en que se despliega a buen oído, el oficio y rigor en el
gobierno de su arte de alfarero y una sensibilidad que oscila con originalidad
y lucidez entre lo cotidiano y doméstico, por un lado y la historia, las referencias personales y
su ojo de buen oteador de almas. No dejo de lado su manifiesta preocupación
filosófica y de lectura de grandes de la literatura mundial, propio de un
creador conocedor.
Es el libro un compendio de oficio con vigor sugestivo, donde se
encuentran resumidas todas sus creaciones,
inclusive algunos inéditos poemas. Quedan impresos sus versos
rotundos, retinianos y ascensionales versos donde une experiencia y
lecturas poética, un mundo donde existió y habitaron sus sueños,
entre las enredadera de los días naturales y fecundos.
El ha partido y como afirmó: ¡es la mejor cochadura, todas las
piezas están perfectas, ninguna se ha roto¡”. Este es el libro con la
genialidad del alfarero que ha trabajado con esmero el hogar donde ha macerado
su obra.
Alejandro
Lavín poseía su propia aldea, donde
la memoria se detiene en el tiempo, llamase Vilches, Romeral, o Los
Hualles en Linares; La vocación
social la comparte como líneas de pan, de amor, líneas de fe, nostalgia de un artesano que cabalga en sus versos y evocaciones como una cicatriz en
el alma. Las cadencias de esta poesía, deambula entre los cerros, las
nubes, la luna, los fuegos
del atardecer y los personajes de
la aldea, que emergen con magia a través de la palabra.
Su voz retrotrae voces de nostalgia desenfrenada, es el Alto
de Vilches que
está en silencio, serpenteando
al Enladrillado en sus
versos, el río que amanece en velo, la vivencias de un pueblo construido en el
agua, los cerros con su elegía de brumas, los hombres estampando en el espíritu
del atardecer, hay silencio en sus caseríos, es Vilches o la tierra de nunca jamás. El alfarero ha
partido, el silencio se ha apoderado de la palabra y del fuego, que crepita sin
sonido al final de la tarde.
La intensidad poética radica en la naturaleza
de sus personajes, el universalismo rural; el pueblo como una estampa de
soledad.
Es el arte que rescata el sentimiento y el alma
de lo que siempre añoraremos.
Una tarde de Otoño, como hoy, por un sendero polvoriento que conduce hasta una colina
donde los árboles musitan
con las aves, esa imagen de álamo esbelto,
con su boina asturiana, con la pálida estampa del descabezado encanecido, invade el silencio y el
olvido en la serranía. Aun se escuchara su voz tronando en el río, en el aire montañés, con su figura que aun pernocta la orilla del fogón, para dar vida a nuevas
figuras de greda, que algún día durmieron en sus sueños más remotos. Por cada
alfarero que surja, su alma rondará por ahí.
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