miércoles, 8 de junio de 2022

 

 


 

A LA SOMBRA DEL TIEMPO: ENRIQUE VOLPE MOSSOTTI.

Escrito: Samuel Maldonado de la Fuente

 


A finales de la segunda guerra mundial, muchos europeos escaparon a nuevas latitudes, para encontrar paz y sosiego, una nueva vida para sus familias.  Alemania había invadido Polonia el 1 de septiembre de 1939, iniciando este dramático episodio de la humanidad. En Italia, Mussolini gobernaba haciendo alarde de una política de exaltación patriótica. El fascismo imperaba el 27 de octubre de 1938, en Vercelli (Piamonte), donde nacía el pequeño niño al que bautizaron como Enrique Volpe Mossotti.

 

Con sus ojos de niño, mira sorprendido lo que acontecía a su alrededor y lo recuerda diciendo: “Llegué chico, pero creo que nací poeta. Teniendo mi familia medios para mandarme a un colegio de Santiago, yo preferí una escuela casi para menesterosos en Linares. Todos eran campesinos. Yo era como un canario en una jaula de jotes. Pero lo más extraño es que me sentí bien. Idealizaba el campo y al final me convertí en técnico agrícola, tocándome ir a la cordillera, porque aprendí todo lo concerniente a la siembra en terrenos desérticos y a la cría de ganado en la montaña". (entrevista de 2001).

 

Llega con su familia en 1949 a Linares que no era una ciudad para desarrollarse en las letras o el intelecto, más bien su carácter colonial y abúlico, poco aportaba para tal intención. Después de sus estudios en el Colegio Salesianos se titula de Técnico Agrícola, profesión que ejerce durante mucho tiempo. En esta tierra al sur del Maule, se conecta con las montañas, el verdor de la vegetación campesina, los potreros, su gente, sus tradiciones, que lo marcan para siempre.  A los veinte años se hace cargo de una parcela, aunque nunca deja de escribir.

 


Volpe empieza a desarrollarse en un ambiente agrícola o campesino de la época en Linares. Aun esas condiciones, empieza a escribir poesía y se inquieta por buscar sus pares en la ciudad. Un día llega a casa del periodista poeta Samuel Maldonado Silva, quien había publicado unos libros poéticos. Este le presenta a Francisco Mesa seco, con los que entabla relaciones y visitas periódicas, son sus primeros pasos en la bohemia en el bar “El Tumbaito”.  En 1957, fundó el Grupo Literario Rosa del Maule, de corta vida. También formó parte del Grupo Literario Prometeo y fue cofundador de la Corporación Caballo de Fuego.

 

En 1959 publica su primera obra, “Cabaña entre las Rosas” (1959) sello Rosa del maule, Linares, prologuista Manuel Montalva. Libro integrado por cuatro partes: "Cantos simples y un paraíso soñado"; "Cabaña entre las rosas": "Jardines del silencio"; "Tierras de Linares". Luego incluyen tres poemas, "Parábola del paraíso perdido", "Parábola del paraíso encontrado" y "El vendedor de flores". en el volumen "Historia y Antología de la Literatura Chilena" de Alejo Roa. Ed. Salesiana (1962). En Revista Linares con “Poema del Maule” (1966)., conectándose con el mundo literario local. Posteriormente edita Separata “Días de Sal y cenizas” (Barcelona), aunque se da conocer en un ámbito más amplio, con “Crónica del Adelantado” (1994) bajo el sello de Editorial Universitaria, “Imperfecto Exilio” Lom Ediciones (1997), recibió el Premio Alerce de novela por “Un capitán galopa en las fronteras del infierno”(2000)

Sus vivencias, de las que se cuenta que en algún momento fue detective, lo llevan forzosamente a relacionarse con bandoleros, brujas y traficantes. Es tiempo en que bullen las ideas y en cuatro días, da forma al libro “Responso para un Bandolero” (1997), publicado por Ediciones LOM, donde cuenta con el personaje llamado Segundo Catalán, memorable bandido rural en la cuesta de Chacabuco a principios del siglo XX. "Cantigas y trovas del gozoso amor" (Ediciones Caballo de Fuego),

 

Enrique Volpe, tenía muy buen olfato y autocrítica para describirse. Aseguraba que era un rebelde apasionado, huraño por naturaleza, violento, anarco conservador y llevado de sus ideas. Llamaba a los políticos como pelafustanes. Nunca apreció el amor como tal con las mujeres, solo eran cariños pasajeros, aunque las respetaba. Es decir, fue mujeriego y nunca encontró a la mujer ideal. Pensaba en la soledad, que en algún momento pensó en el suicidio, pero lo supero el amor por la vida. "Hay varias soledades, decía el poeta. Está, la soledad del campo, a mí siempre me gustó vivir en la cordillera, pero más allá de ella, está la que se vive en la ciudad, rodeado de personas con las cuales no se comparte nada”.

 

Largos años, tal vez 18, los dedicó al campo familiar de 800 hectáreas junto a la laguna de Aculeo, donde extrajo mucho material para sus libros, en la crisis del 80 vendió parte del fundo y compró en Jahuel, en plena cordillera en San Felipe. Ese lugar era como un lugar sagrado, “Cada árbol tiene su significado. Otras hierbas con poderes medicinales, alucinantes, afrodisíacos. Lugar donde el alma se expande, como aquellos arroyos de cauce profundo, pero sin torrente, que conservan las vibraciones de los riachuelos secos".

 

En sus noches de descanso, dormía con su pistola Baretta bajo la almohada, es decir, era un poeta de armas tomar. En esos días de campo, pudo contactarse con la realidad de los bandidos rurales, lo que plasma en su libro “Responso para un Bandolero”. Dice en parte del libro: “El era don Segundo catalán, todo un señor bandolero del pasado un bandido campesino de alta alcurnia, un tótem esculpido en un trozo de granito de los cerros más escabrosos…..”  Influyen en él, Payadores, ex bandidos o antiguos patriarcas campesinos como Luis Pastén, vestido a lo hidalgo con ojotas y hasta con harapos". Volpe perseguía lo chileno, unido a la tierra propia y natural:

 

"Chile, como gota de rocío en el cuenco de una piedra:

Chile es el nombre indiano de esta tierra larga

que cabe en el trino helado de un pájaro salvaje"…

 

                       RELOJ DE SEMILLAS

El verano madura en los nidos de las loicas
con pequeñas señales: linternas de plumas errantes
en la noche solar de las hojas, buscando en las cortezas
llagadas de años, el paraíso de la larva;
su rápido sol de podredumbre.


Los destrozados cántaros de la sequía
afirmados contra las murallas grises
de un horizonte de piedras áridas. El arrepentimiento
de los ángeles ante la agonía
del vegetal sediento; la flecha del pastor
enterrada en el corazón del relámpago húmedo
del gato montés; son los signos:
consumación de lentos fuegos,
en un desierto de surtidores extintos
.


Tedioso verano; el corazón ardiendo entre rojas guitarras
sabe de la agonía de la tierra: estremecimiento
de germinales aguas subterráneas
en busca de círculos de fecundación. Aullido
salvaje de semilla desgarrada, sobre
los anillos de la luz. Hay que leer la vida
de santos anacoretas,
o textos de botánica para comprender
que los árboles y las bestias, así como los hombres
tienen su infierno y su paraíso.

Cautivar el alma en su reloj de semillas
y sentir en la soledad el tiempo de la tierra;
el latido de su profundo corazón de fecundaciones.


Otras creaciones son: “Tierra Padana” (Separata Poesía de corte elegiaco 1979), Flauta Verde (Separata poemas), Sombras del tiempo (narrativa premio Gabriela Mistral 1984), "Imperfecto Exilio"                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

 

Pero en él habitaba el sentido poético, como una esencia crucial, de allí un paso a la bohemia en bares de mala muerte en Linares, San Felipe o Santiago. Enrique Volpe alentó una atmósfera de humeantes noches con aroma a ánfora, buena conversación con dilatadas palabras, y alcohol. Nunca será suficiente recordar lo que pensaba y transmitía a sus lectores. Medía un metro ochenta y cinco; era alto y corpulento de ojos azulinos, irradiaba transparencia a quienes lo conocieron.

Francisco Medina Cárdenas, quien lo conoció muy de cerca, relata: “Las mujeres fueron su debilidad. Tuvo aventuras. Algunas veces fue gusto de casadas. Hubo problemas que supo sortear bien. Conocí directa / indirectamente a varias de sus pololas. Conoció una gitana estupenda. En esa ocasión tuvo que ponerse corbata, peinarse con gomina y llevarla al cine.

 

Murió a las diez de la mañana del 9 de mayo de 2002, Enrique Volpe, se disponía a visitar a su amigo "compatriota", el escritor Gianni Migliano. No pudo ser. Luego, en el crematorio, veríamos a sus pares en la despedida final: Mardoqueo Cáceres, Fernando Quilodrán, Roberto Araya Gallegos. La muerte de Volpe fue sorpresiva, increíble, como también fue increíble su vida, repartida entre el campo y "la actividad literaria". (relata Lorenzo Peirano en 2004).  La información de su muerte, triste y fría causó asombro. … Lo fulminó un coma diabético seguido de un paro cardíaco. Quedó su "quehacer poético", a su vocación épica, lo que pervive en la memoria. Al final, allí quedó su Pistola Beretta, un cortaplumas Vicorinox, un llavero y otros objetos inertes, que algún día estuvieron en las manos del poeta. Quedó su palabra en poesías y narrativa, que no mueren, sino que lo rescatan del olvido. Enrique Volpe, experto en Literatura Chilena e Hispanoamericana, la Literatura Italiana que apreciaba en profundidad. Queda su adicción al cigarrillo como una droga fatídica, era degustador exagerado del café, comía en abundancia desesperada, puede haber sido por lo corpulento de su anatomía.

 

Fue Volpe, observador impenitente de rincones, como los inhóspitos parajes de serranías y cabrerías cordilleranos, donde clavaba sus ojos de puma, para extraer esa extensión de soledad. Amante de las picadas y bares de mala muerte sucumbieron a sus andanzas comestibles, como las de Pablo de Rokha entre Parrilladas y chunchules fritos acompañados de ají cacho de cabra y del buen vino de la casa. O de longanizas chillanejas que comía apenas llegaban a sus manos a capela, junto a un trozo de pan y harto aguante o un enjundioso plato de arrollado a la chilena con unas prietas bien asadas a la parrilla y el infaltable puré maquillado con pebre cuchareado de tentación. “Sin lugar a duda, un diestro de la cuchara a la chilena” recuerda en parte Cristian Cruz.

         

Dice Volpe del libro “Crónica del Adelantado”: “La tensión poética se mantiene no sólo cuando narra, sino también cuando canta. Cuento y canto forman aquí una unidad indisoluble... está cruzado constantemente con un lirismo inevitable en su construcción estética. La crónica del descubrimiento de una tierra de Indias más allá de los avatares de la epopeya misma se ve matizada, con la dolorosa fantasía de los sueños para el conquistador que es un hombre enfrentado a la incerteza sobre su propio destino. Don Diego de Almagro es el hablante épico lírico de este poema que no pretende ser una biografía cronológica del intrépido Adelantado”.

CANTO 21 

Copayapu, así nombran los indios esta tierra semidesértica

que limita al norte con la lenta agonía del sol.

Copayapu, con sus manantiales de sal cristalizada.

Copayapu, más que un silvestre nombre geográfico,

parece una pequeña estrella de arcilla cautiva en las manos

de una bruma que oculta nidos de aguiluchos lunares

……….,

 

CANTO 25

Recuerdo el esqueleto de un ave de presa,

entre unas rocas cristalizadas, en San Francisco

de Copayapu: un armazón de huesos más blancos

que la nieve misma, midiendo la inclemencia

de esas cumbres destructoras. Cóndor, le dicen

los pastores andinos a esa ave de presa que acostumbra

volar en espiral en un rito salvaje.

Cóndor, haz de flechas negras o astro de plumas nocturnas

que gotean sangre del sol: una especie de águila

de las Indias, que se alimenta con las crías de los guanacos

y de todas las carroñas. Siempre recuerdo el esqueleto

de un cóndor andino, entre unas rocas de vidrio

que parecían los peldaños nevados de la escala del cielo. 

Enemigo de la antipoesía, como una gran frustración. Escribió, antes y después de la "Crónica del Adelantado", otros libros. El primero, "Cabaña entre las Rosas" (1959) bajo el sello Rosa del Maule. Donde el poeta itálico enfrentó la mayor dificultad: utilizar un idioma ajeno para su expresión. La tierra del Maule, Linares, lo condicionaron en su poesía y narrativa, hablar de la tierra propia y natural en toda su extensión. Lo que continuó en la laguna de Aculeo y Alhue, con nuevos descubrimientos literarios y su propuesta.

Se dijo en su momento, que la “Crónica del Adelantado”, había una especie de "invasión a las razas indígenas", cosa que indignó a Volpe. Basta una atenta lectura del libro para comprender que éste apunta a la chilenidad en su esencia. No en vano encontramos a Gonzalo Calvo de Barrientos: "El primer español llegado a Chile y el primer padre de la mestiza raza chilena” Cosa que genetistas actuales consideran que un 80% de los chilenos somos mestizos y esta tierra es de todos. En el mestizaje es biológico y cultural, todos nos hemos mimetizados en esta tierra y no existen habitantes privilegiados por raza. Basta en mirar al descendiente de aborigen, para apreciar su tez blanca,  sus rasgos y lenguaje actual.

El poeta, fue un adelantado en el tiempo, desde la pampa austral al gran desierto, que, por diversas sendas vienen los chilenos, desde las montañas hacia el mar, en las letras y en la historia narradas en el tiempo. Ya maduro con los años, regresa al lugar que lo vio nacer, Vercelli, Piamonte está al oeste de Milán al norte de Italia. Pero todo ya no es lo mismo es una urbe moderna y de grandes construcciones. Llega como un perfecto desconocido, intentando recomponer un pasado oculto a su retina, de ese poblado campesino, de montañas, machos cabríos, que reproduce en su libro “Imperfecto Exilio”.  

    Cuando el poeta recorre grandes extensiones siendo aun, un niño, su percepción de la realidad está trastocada por la incertidumbre. Requiere de largos años para asimilar lo vivido. Enrique Volpe empieza a recomponer esa realidad en las tierras de Linares, donde llega a fortalecer sus primeros pasos. Es un lugar similar al de esa tierra Padana de su familia donde sufrieron el hambre, la violencia, los atropellos de una época oscura y rural. Familia de campesinos exiliados en los campos del Maule. Acá crece el poeta Volpe entre potreros, trillas, carneros, vacas, siembra. Un lugar de inviernos oscuros y lluviosos, con cercas de matorrales, esbeltos álamos y animales que tiran las carretas del oficio.

    Volpe empieza a tejer su figura legendaria extraída de los campos del Maule, de su primera escuela Salesiana, donde aprende o reafirma su oficio de la tierra y egresa como Técnico Agrícola. Tarea que ejerce voluntariamente infinidades de veces, como reviviendo su esencia campesina familiar, tanto de su origen italiano como el de la idiosincrasia chilena.

    Escribe su libro culmine, “Imperfecto Exilio”, por cuyas líneas construidas por palabras que van vaciando una evocación dolorosas, recuerdos que lo atan a la tierra Padana, cuyas llanuras pretende reconstruir en versos la memoria oral de sus ancestros, un poco mezcladas con la vivencia rural de principios del siglo XX en un chile, de los campos del Maule, de sus habitantes, de bandidos, asaltos que lo marcan nítidamente,  llevando siempre consigo un revolver para mantener el vigor de su propia audacia.

    Las sílabas, las palabras emanan con versos nítidos, bellos, potentes como la mejor de las elegías que marcaron el recuerdo más áspero. Las imágenes a veces se tornan confusas en las páginas de sus poemas, pero no pierden belleza profunda del recuerdo que aprieta el corazón. 

En el poema "Epístola póstuma para un patriarca campesino" ante la muerte de un anciano en las tierras de Alhué. Se pregunta:

“Ahora en su ausencia ¿Quién nos puede contar esas fábulas bellamente inverosímiles?

Decir que una orquídea ebria de frescas estrellas florece

en el corazón de todos los pájaros ...

pues nadie pudo aun domar ….

esa bestia chúcara con largo pelaje e nocturnos sudores…

que es la muerte(pag.18).

    En “Elogio al macho cabrío”, continúa sus actos evocativos los que transfigura en un simbolismo de la tierra agreste, de las serranías y sus senderos polvorientos de salvajes habitantes.

“…Que en la tierra árida de la muerte sigue fecundando

Una vida que se asemeja aun coqueteo rebaño de jóvenes cabras

Que con sus brincos horadan los primeros peldaños de paraíso. (pag, 22)

 

    El poeta semeja a un juglar de la edad media, con su flautín entre los aires suizos e italianos de los montes y al río Po que riega su tierra Padana en sus llanuras. Sentado en su escritorio en este lejano Chile, evoca al padre en su tierra natal tan lejana como el tiempo. En el poema “Tierra Padana” dice:

“Aun soy aquel niño de ayer que sembraba campanas de locura

en sus venas, mientras escuchaba un llamado de voces ancestrales…

Ya no se incendian

cometas de estrellas sobre las cúpulas de las grises torres de Vercelli,

y en el pino del invierno madura un aroma de lejanías".

"Siempre renace una primavera de cándidos sueños infantiles en los huertos y prados de la llanura padana, como el vacío perfume de una gigantesca amapola de luto".

 Yo, que soy el labriego en tierra americana donde el seco sol de piedra

enciende una guitarra de sal en las venas del cactus,

trato vanamente de cultivar un girasol de anhelos imposibles…(págs. 81-82-83).

     Enrique acentúa en estos versos, con ansiedad inusitada los recuerdos inconclusos de sus primeros pasos y los rehace al vigor de la palabra que le permite volar de un continente a otro, es como una metempsicosis, en una transmigración de la tierra maulina a la llanura padana en Italia. El creció y se moldeo entre cerros, el río Achibueno y el Ancoa en Linares, en el rumoroso río Maule que daba las embestidas de macho cabrío en invierno. Todos en nuestras historias de vida tenemos nuestro propio exilio, pero la diferencia esta en como lo percibimos. 

    Sus versos deambulan en una prosa lírica, firme precisa y elegiaca. Abundan las imágenes sugestivas que reptan por las hojas del libro donde abundan lo mítico de la ruralidad, es una obra escrita en tiempo pasado, en otra época que clava sus propios hitos en el polvo de los viejos caminos de la historia. Esta plagado de paisajes sureños del Maule que los superpone en el recuerdo de la oralidad familiar.

    En esta tierra acogedora, de su exilio imperfecto, le ha brindado el oficio literario con el cual nos sorprende y nos ilumina, es un gran poeta profundo y reflexivo. Se vistió de lobo estepario, solitario, crítico, de ideas concluyente,

En la revista “Linares” Nº 109 de enero- diciembre de 1966 pag.234, publica Poema del Maule.

    Enrique Volpe narro en su libro "Responso para un bandolero", una serie de leyendas sobre bandidaje rural, entre ellos la historia de Pascual Liberona, bandido apodado “El Brujo”, creándose una leyenda de quien se dice vivía con ciertas comodidades en una hermética guarida de paradores rurales, tugurios, ranchos y solares de pobreza.

    Su residencia en Las Hornillas era de estilo casa señorial, de acuerdo con lo que comenta Enrique Volpe Mossotti, decía que poseía un buen fundo en la localidad de Colina, crónica que forma parte del folclore y leyenda en torno al personaje.

    Enrique Volpe quizás sea uno de los poetas más intuitivo e impulsivo de su generación. Alto y macizo, de ojos claros, un metro noventa con acento de italiano piamontino, (dice Reinaldo E. Marchant) genuino, los cigarrillos que nunca extinguía y los parlamentos infinitos, retrataban a un fanático conversador de temas infaltables: poesía y bandoleros, era su agrado.

    Fue un poeta inclaudicable con sus ideas, que, en tiempo de dictadura, llevaba al cinto su infaltable revólver, hasta el día de su muerte. Con ese vozarrón cascado por el humo sempiterno de cigarrillos fuertes, no tenía empacho en desafiar al fascismo imperante, decía, y echaba mano al arma como una valiente demostración de osadía.

    Ese fue nuestro poeta exiliado en este imperfecto territorio. 

Libros de Enrique Volpe:
Cabaña entre las rosas, 1960.
Crónica del Adelantado, poesía, Editorial Universitaria, 1994.
Imperfecto exilio, LOM Ediciones, poesía, 1997. Premio Gabriela Mistral en 1997.
Un capitán galopa en las fronteras del infierno, novela, Premio Alerce 2000 de la Sociedad de
Escritores de Chile.

Jaime González Sepulveda, poeta Curicano

 

EL OXIGENO INVISIBLE De la poesía curicana, Jaime González Sepúlveda.

Escribe: Samuel Maldonado de la Fuente

Parodiando el libro sobre Huidobro, escrito por Rafael Squirru, deseo demostrar como el poeta Jaime González Sepúlveda, es la más clara manifestación de la vivencia poética que irradia a su entorno.


Hombre poeta eres, por eso tendrás que vivir como poeta. “Rey sin reino, tu palabra será tu cetro y tu corona”

El poeta nació en Curicó donde hizo sus primeros estudios, luego ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, donde obtuvo el título de abogado. Cuando llegó a Santiago para iniciar sus estudios universitarios, lo hizo en compañía de su padre Orlando González Gutiérrez el que sostuvo una conversación con el Abogado Jorge Sepúlveda Torres, para que este último, convenciera a Jaime que siguiera esa carrera, que él prefería ser artista. Parece que lo convenció.

Su casa era el viejo solar o casona de Camilo Henríquez esquina Membrillar, una joya arquitectónica que posteriormente fue demolida en aras del progreso, allí se congregaban un buen número de poetas y escritores entorno a su padre, por el cual bautizaron al grupo Orlando González Gutiérrez.

Hoy queremos destacar la figura del poeta Jaime González Sepúlveda, por su constante trabajo literario y su presencia en una generación literaria que enfrentó difíciles épocas sociales en los años 70. Ha sido publicado en revistas y antologías, posee una gran capacidad intelectual, de explosivas imágenes con marcado sentido social y bohemio, que se trasunta en versos a veces dolorosos y rebeldes. Se encuentra en antologías en Francia y España donde también ha participado con indudable fuerza en concursos literarios.

Su poesía reveladora, reflexiva y soñadora, guarda algo de surrealismo, de realismo mágico y simbolista a la vez. Su verdadera pasión es intensa y viril, busca estados éticos removiendo conciencias. Pone al ser de cara a la realidad, a lo objetivo cuya razón refleja una crítica social áspera.

“Al pioneta que descarga la miseria

Cuando el sol quema

El lomo de las bestias

Y juego de las alas de las moscas

Entreteniendo los reflejos hirientes

De las lagartijas que no reptarán concesiones

De la belleza al hombre”

 


En su obra figuran

 “El Derecho a la Intimidad Privada”, “Huellas en la Arena” (1980) Poemas., “Cosecha Plena” (1981) Santiago, Poemas., “El Caballo Azul y otros poemas” (1994) Imp. Cepetic. (Poemas), en este último, le dirige una carta a su padre en verso:

 

“Te escribo padre desde la última rama de la soledad

Cuando el roscicler de la noche enhebra soles de escarcha

Con picaflores horadando la sangrienta rosa de la vida,

Amanecida de gritos que exigen la violenta partida

De seres encadenados al fervor de la huida

Y la huella dolorosa de un proyectil.

Te escribo padre

Envuelto en la soledad”

 

Bello poema elegíaco, que nace como un impulso secreto y misterioso desde el alma del poeta. En una visión del mundo y expresión profunda que lo habitan aporta datos vitales, que los hace universales, a partir de la propia sensación existencial que surge de su reserva emocional.

 

Jaime González moldea su obra a imagen y semejanza donde aporta un torbellino de ritmos, imágenes, sensaciones y simbolismos emanados de la observación objetiva a las superpone lo fantástico. Es el niño rebelde de la sociedad curicana, que se transforma en poeta al estilo Rimbaud que riñe con todos los estilos de vida pública, para que, con el mismo fragor, cree su propia estética social.

 

Seguramente, como ya ha estado sucediendo, se transformará en leyenda o un mito cuyas anécdotas de su vida tienen mucho de su propia personalidad única e irrepetible. En términos poéticos, ser un clásico es reflejar en la poesía una especie de conocimiento enciclopédico de su tribu. En otras palabras, el poeta presenta la realidad como debe ser.

 

Ante tanta evidencia creadora, no es suficiente lo publicado por el poeta Jaime González, que adormece sin reconocimiento, sin laureles, en su mundo invisible y místico. Es por eso creo que, se genera una reacción evocadora de su poesía, llena de rincones ocultos y misteriosos de lo que algún día nos quiso decir.

 

Otras obras fueron:

“La Bida es Vella” (poemas) Imp. Mejías Curicó, Sello “Grupo Fuego de la Poesía” (2000) “La Barcarola” (2004) de la cual se dice:

 

“Esta barcarola, echa manos a otros elementos, otros materiales conforman su Océano poético, en cuyas aguas navega el alma del poeta viajando cuál argonauta a los tiempos y momentos pretéritos, donde se adivina la niñez y el tiempo perdido en postales cuya vivencial destila belleza, pesar, nostalgia, melancolía, amargura y resignación. Nuestro poeta canta y a la vez desangra su alma, su espíritu, herido por el misterio de la vida, cuya perplejidad se transforma en un juego, que a veces coquetea con la muerte, como el sumo umbral de los misterios, el tesoro del más allá, la puerta sagrada a otros destinos.”

 

El poeta que nos deja el grato pensamiento que la existencia que hay que vivirla, construirla y trascender con la palabra, cuyo legado hay que seguir armándolo. Falleció el 8 de junio de 2022 en Curicó.