miércoles, 9 de julio de 2025

Dalí ha muerto ¡Viva Dalí!


                            Dalí ha muerto ¡Viva Dalí!

                                            (Escrito de Samuel Maldonado de la Fuente

                                      Publicado en El Mercurio de Valparaíso 24 enero 1989)


    De negro se ha teñido la tela del arte, color poco usado en las creaciones pictóricas. Dalí ha muerto ¡Viva Dalí!

        En España, en su tierra natal de Figueras, donde había nacido un 11 de mayo de 1904, falleció en el día de ayer el genio de la pintura surrealista.

    Tanto como su propia obra inmersa en una gloria comercial, continuó desarrollando, a indiferencia de la muerte misma que se desdoblaba como sus relojes y que se encontraba a la vuelta de la esquina, los últimos atisbos de existencia con extravagancia delirante. Un inventario de su trayectoria radicada en 84 años de vida nos demuestra que logró todo un carnaval de imágenes contrapuestas, chocantes, de un mundo onírico enraizado en un inconsciente maravilloso. Entre los 21 y 26 años, se siente atraído por la pintura metafísica de Chirico y Carrá, así nace una amistad con García Lorca y que éste último escribe así:

“Oh Salvador Dalí de voz aceitunada.
 Digo lo que me dicen tu persona y tus cuadros.
…………….
No mires la clepsidra con alas membranosas
Ni la dura guadaña de las alegorías.

    Sus obras beben espejismos y partículas colorantes como pequeños mundos que se infiltran armoniosamente en la retina y en la mente del vidente. El absurdo se transmuta en realidad patente. Es que Dalí no muyere, resucita en cada esquema de la tela y se torna revelador. Por eso viaja a París en 1928 para conocer a Picasso y a los surrealistas. En el 29 se presenta su primera exposición parisina y conoce a Gala. La misma que entregará su vida al artista y promoverá la figura exuberante de Dalí con vestimentas extrañas y bigotes mefistofélicos. Es la época de la “paranoia crítica”, cuyas teorías rescatan el macrocosmos freudiano. Todo un carrusel de imágenes que atentan a la razón, pero que conllevan un subjetivismo sin sumisión, en armonía con el mundo interior del artista catalán radicado en esa “libertad donde nace lo maravilloso”.

    De allí sustrae los relojes blandos, las hipertrofias corporales, personajes con párpados sostenidos por muletas y las formas maquinales e inexpresivas de las imágenes. Por lo mismo, André Bretón, padre del surrealismo, le increpó como un retrógrado, restándole validez a su obra como atentatoria a la realidad, por lo que su propuesta sistematizaba la confusión existencial.

    Es ahora cuando Dalí se hunde en la existencia de su propia creación para vivir eternamente. Es el incomprendido, cuya presencia inmóvil retoma la agilidad perdida desde la muerte de su Gala amada, para dar a los seres expectantes, un enigma mítico e la vida y la muerte.   

    El arte en general ha sido una eterna búsqueda de los misterios de la existencia, de las interrogantes que subyugan y que conducen al temor frenético frente a la desaparición física. Dalí es historia y vida, es angustia y perspectiva. ¡Viva Dalí! Los efectos de su muerte seguramente serán tan espectaculares como su obra y cuando me refiero a ésta, la enmarco con su vida misma. ¿Serán espectaculares? No lo creo. Nada es más gratificante como haber vivido su circunstancia. Será seguramente una leyenda fláccida y depresiva, martirizada por una magnificencia funcional, ya que no existe. Pero ese refulgente exhibicionismo que se acentuó en 1940, cuando marcha a vivir a New York, no es nada ante la ausencia del pintor catalán: Dalí vivirá por su obra.
Algunos de sus lienzos más importantes son: “La persistencia de la memoria”, “La memoria de la mujer niño”, “El enigma de Guillermo Tell”, “Cráneo atmosférico sodomizado en un piano de cola”, etc…

Surrealismo versus Surrealismo.

    No fue Salvador Dalí el fundador del surrealismo, sino que André Bretón. Aún así, Dalí no tiene equivalentes, por esto conviene atraer la atención sobe la diversidad de estilos o movimientos que lo precedieron o fueron sus contemporáneos. En tanto que siempre existirá alguna proximidad entre las obras que se resiente a ser cercanas en parentesco. 

    Aquí los surrealistas pretendieron a principios el siglo XX, acabar con el academismo para lograr una nueva valoración del arte y por lo mismo condenaron a Dalí, por la comercialización masiva del arte, aún cuando sus lienzos impiden cualquier confusión. Muerto el pintor catalán, nadie podrá dudar de su influencia en el arte contemporáneo, menos su aporte surrealista y quizás sea el último de una generación así extinta.

    Si bien magnificó su gloria personal, nada podrá borrar ese innegable ingenio pictórico que hoy yace en el escenario de sus lienzos. Ya no habrá pánico e indiferencia cínica por su obra, pues Dalí ha muerto. ¡Viva Dalí!.

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