sábado, 2 de mayo de 2015

AUGUSTO SANTELICES, PARA QUE NO ME OLVIDES… (1907 – 1980) Vichuquén.

AUGUSTO SANTELICES, PARA QUE NO ME OLVIDES…
(1907 – 1980) Vichuquén.


Escribe: Samuel Maldonado de la Fuente
                                             
“Cuando no puedas amansar la pena
Cuando la púa del dolor te crispe,
Ven a la cima donde nace el viento
            Pampo Francisco…”

Augusto Santelices componen sus versos de dolor y drama humano, desde la tierra agreste y solitaria, como si su entorno fuera una gran casa de adobe con sus huertos de seres abandonados, pero recogidos por la palabra en la naturaleza propia y social.

El poeta es un símbolo de la maulinidad, que habita en los rincones crepusculares de la costa curicana, allá en las serranías cobrizas de Licantén. Eligió esta tierra silenciosa y cálida, a la vida santiaguina donde estudió. Esta localidad se desarrolló  gracias a la llegada del ferrocarril en 1938 conectando al pueblo con  Curicó. Licantén en aspecto toponímico, tiene muchos significados etimológicos como "lugar de la piedra encantada", "tierra de cobardes", o de "hombre fuerte". Paralelo al pueblo deambula el río Mataquito, cuya cuenca tiene 6.190 km2, y se origina de la confluencia del río Teno, allí aún se perciben vestigios del pasado como pueblo de aires evocativos. Los Incas que invadieron este territorio antes de la llegada de los españoles, llamaron “Mataquetha” al río, que significaba “dar coces la llama”, por lo mismo que la palabra es quechua.


EL POETA Y SU RAIZ

Augusto Santelices nació en Vichuquén  el 14 de Septiembre de 1907, lugar al que el poeta llamó en algún momento “Tierra de olvido”, era el habitat de brujos y de mitológicos seres-pájaros, los Tué-Tué,  que tanta fantasía llevan a la mente de sus habitantes; Pedro Prado los inmortalizó con su publicación de Alsino en 1920, abriendo las compuertas de un realismo mágico de esencia criollista, usando la fantasía como principal tópico literario.  El Poeta finalmente enclavó en otro olvido, el cementerio de Licantén, allí yacen sus restos mortales, lugar al que se accede con dificultad por un sendero polvoriento y asoleado, una humilde lápida de mármol derruido, menciona el nombre del poeta y del hijo perdido a temprana edad. La soledad del lugar, el silencio misterioso y los escasos visitantes, dan a ese pequeño lugar un real sentido poético. El cementerio está en una ladera del cerro, como subiendo a la montaña sagrada. Falleció el 1º de Mayo de 1980 a la edad de 73 años.

Ema Jauch nos recuerda que “de su lejana niñez, una tía coleccionaba y pegaba cuidadosamente recortes de diarios y revistas con noticias literarias del poeta que llamaba “El libro de Antología” donde aparece un poema publicado por Zig.-Zag que se titula “Solo diez años después”, donde ya mostraba la finura y elegancia del poeta:

“miro tus velas blancas, sutiles y distantes,
Que en los mares del mundo jamás podré alcanzar.
Sólo porque tu barca partió diez años antes
Ya no podré amar.”

A los doce años se definía como “un mocoso de humanidades” hijo de la vieja raigrambe provinciana, que después de aprender lo más elemental en su pueblo, pasó al Liceo de Talca, donde cursó hasta el primer año de humanidades inclusive.

Dice Alfonso Escudero: “Perduraba allí todavía la fama de la política impresa por don Enrique Molina y don Alejandro Venegas. Pero el rector era ahora don Ruperto Banderas Le Brun. Otros profesores que el poeta recuerda son el zorro Villarroel, inspector, don Baudilio Lagos y el de Francés, don Ignacio Herrera Sotomayor”.

            En 1920 junto a sus hermanas se traslada a Santiago, donde prosigue estudios en el liceo Valentín Letelier, allí fue un alumno estudioso y provechoso. El Rector era don Rubén Guevara y entre los profesores, destacaban Carlos R. Mondaca y a Mariano Latorre, este último como sabía hacerlo,  lo estimuló a proseguir en la literatura.
            En 1924 fue Bachiller y prefirió la carrera de Derecho (1925–29). Concluyó Leyes en 1929. En su memoria de grado (1930) la tituló “Esquema de una situación económica- social de Iberoamérica. Luego ingresó a su práctica en el Bufete de Oscar Pinochet, Santiago Macchiavello y Lisandro Santelices.

            De su época de estudiante universitario traba amistad con Julio Barrenechea, René Frías Ojeda, Oscar Weiss, Luis Corvalán Valero, Benjamín Morgado, Clemente Andrade Marchant, Raúl Cañón, Raúl Juliet, quienes deciden dar un “Golpe de estado” (como lo relata Enrique Salinas) y se apoderan de la “Academia de Literatura y Artes” que funciona en “El Diario Ilustrado”, a modo de ironía literaria le llaman “Montepío Intelectual” y proclaman la abolición actas y estatutos. Otra de las medidas, es que la Presidencia sería rotatoria de acuerdo a la estatura. Por esa época dirigió la Revista del centro de derecho: “Mástil”.
           
            Era la época de los cambios estéticos en la sociedad y en especial entre los artistas, época de “Ismos”, aparece el surrealismo, el cubismo, el creacionismo entre muchos y el forma parte de una nueva corriente, importada de Europa, el Runrunismo en 1928, levantando acta solemne  de una corriente que ellos mismo llaman “Inútil”. Al menos sacudieron la abúlica sociedad en la que convivían, con rasgos retinianios. En  una actitud un tanto Dadaísta, decide expulsar a cuatro de sus miembros y se expulsa el mismo.

Llegó a Santiago en épocas convulsionadas de efervescencia política. Cuando el “León de Tarapacá”, Arturo Alessandri gestaba su candidatura, entre las revueltas de la federación de Estudiantes de esos años, llegaba al Valentín Letelier de Santiago, donde traba sus primeros contactos con Mariano Latorre.

En 1925 ingresa a estudiar Derecho en la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile. En 1926 ya empieza a escribir, con el ensayo “El Imperialismo yanqui y su influencia en Chile”, posteriormente se transforma en asiduo colaborador de los diarios “El Mercurio”, “Ultimas Noticias” y en las revistas “Zig-Zag” y “Letras” de Santiago.

En 1929, recién aparece con el libro “El agua en sombra”, participando con una poesía de nuevos tiempos, es el advenimiento de algo nuevo y distinto.

Se cuenta que en el desaparecido Teatro Nacional durante una función, anunciaron al poeta Santelices, los espectadores quedaron impactados por su figura, “extremadamente delgado, flaco y pálido, enfundado en estrecho y enlutado traje negro, luciendo polainas blancas” como recuerda Oreste Plath, revienta la platea leyendo el poema “Oda a la Botella”, este último impactó al mismo Neruda que a la vuelta de Rangoon donde fue cónsul, le manda a llamar y en una recepción en su honor, vuelve a leerla. Neruda se emociona y lo abraza. Por otro lado, Santelices se avergüenza por la lectura ante tan distinguida figura.

            En ese desaparecido Teatro nacional de Santiago, joven y universitario, Santelices sorprende con su nueva obra lee en muchos salones a los que asiste y se transforma en el impacto poético de la época es el  “Oda  a la Botella”:

“¡Oh, Señora! ¡Oh, Botella!
Del corazón ardido de soles y de estrellas,
Hada maravillosa, diosa de la alegría,
A tu influjo se trueca la noche por el día,
Se muda el oro en cobre,
Se vuelve el pobre rico y el rico queda pobre!

¡Oh, Señora! ¡Oh, Botella!
Los caminos del mundo se alumbran con tu estrella;
Lámpara de Aladino,
En tu fuego se queman lo humano y lo divino;
Barco de la fortuna,
En tu equipaje iremos un día hasta la luna...!

Y era un país divino
Donde el agua, la sangre y la savia es el vino,
Donde el mar y los ríos, los lagos y las fuentes
Son plenos de aguardiente,
Donde en los campos solos, besando las estrellas,
Se yerguen alamedas de pálidas botellas....

Donde las dulces niñas
Antes de pedir novio pedían una viña;
En donde las señoras se daban grandes farras
A la sombra ideal de las hojas de parra;
 Donde el Sultán tenía once mil odaliscas
Que si les falta el whisky se van poniendo bizcas.

País celeste de la dicha
Donde llovía chicha;
Donde era el mar de vino
Y yo sobre un tonel, era marino;
País en donde el agua
Nunca la conocieron ni las guaguas;

 Y en donde hasta la sopa
La servían en copa;
Donde era cosa llana
Apagar los incendios con una damajuana;
Donde, en lugar del casco,
Los heroicos bomberos se ponían un frasco.

Donde admiten los bancos
Depósitos en tinto, sobregiros en blanco,
Donde soy tesorero de un pueblo peregrino
En donde los impuestos se cancelan en vinos
Y donde el jardinero, sólo por darse tono,
                 Riega las flores con anís del Mono.


EL POETA Y SU MUNDO
augusto santelices.jpg













El poeta se casa con Silvia González en el fundo “Santa Amelia” en Licantén, las campanas entonan Docomávida, en ese momento cumplirá 30 años en 1937 y se radicará para siempre. Este acto queda estapado en el poema “Recién casada”.
Tus ojos se diluyeron
Como una droga en mis venas;
Me dieron sed tus cabellos
densos, como una miel lenta.

Nuestro abrazo echó a la brisa
Un cuchicheo de yerbas;
Los dondiego y se asomaron
Dilatados de sorpresa.

Estabas bajo la tarde
Como una corra abierta;
Yo no podía apartarme
Borracho como abeja
…………………………………

Vinieron los hijos y las promesas; María de la Luz, María Consuelo y Francisco Alejandro que fallece tempranamente, al que Santelices dedica su libro “Un Hijo es como un río”.


Fue Regidor por Licantén y más tarde Alcalde por dos periodos. En 1976 es declarado Hijo Ilustre de Vichuquén. Por esos años, ingresa a la Masonería Curicana, donde llega al grado de Maestro.  Augusto Santelices, fue Abogado, Notario y Conservador de Bienes Raíces y finalmente jubiló como Juez de Letras del Departamento de Licantén.
Muchas son las  anécdotas que se cuenta en su calidad de Juez, se dice que, en más de una oportunidad envió sus escritos judiciales en verso, esto le causaba mucha risa dada su fina ironía poética.

 “Un Hijo es como un Río”, se llamará su ultimo libro impreso en 1970, con ilustraciones de Pedro Olmos. Bajo el sello de ediciones Ancoa. Gran aprecio sentía por los poetas e intelectuales linarenses, como Pedro Olmos, Emma Jauch, Manuel Francisco Mesa Seco y Samuel Maldonado Silva. Las visitas aumentaron entre el Fundo Santa Amelia y la Villa de San Ambrosio de Linares.
Santelices posee su propia aldea costina, donde la memoria se detiene en el tiempo, llamase Licantén, Vichuquén, Lora; La vocación social la comparte como líneas de pan, de amor, líneas de fe, nostalgia de un pasado que cabalga sus versos. Las cadencias de esta poesía, deambulan entre los cerros, las nubes,  la luna, los puquíos y los personajes del pueblo, que emergen con  magia a través del recuerdo.
Su voz trae nostalgia desenfrenada, es el Buscarril a la costa que serpentea en sus versos, el río que amanece en velo, la vivencias de un pueblo construido en el agua, los cerros con su elegía de brumas, los hombres estampando su espíritu al atardecer, hay silencio en sus caseríos, es Licantén o la tierra de nunca jamás.  
La intensidad poética radica en la naturaleza de sus personajes, el universalismo rural; el pueblo como una estampa de soledad es el arte que rescata el sentimiento y el alma de lo que siempre añoraremos.

Una soleada tarde de Otoño, por un sendero polvoriento que conducía hasta una colina donde está el cementerio de Licantén, el féretro invadió el silencio y el olvido. Aun se escucha su voz tronando en el aire costino al cumplirse 107 años de su nacimiento aunque han paso largos 34 años de su desaparición, un día primero de Mayo.

Algunos versos se su obra fundamental nos quedan repicando al oído.

 “Eras por fin el hombre y eras rubio,
Erguido como una canción que va a quebrarse……………….
Un hijo es como un árbol plantado en nuestro pecho.
Pero ya no será, ya no tendré relevo,
¿Qué torva bestia decoloró tu sangre
Tronchó tu clara espiga, quebró tu cien de cuarzo?
Un hijo es una herida que no cerrará nunca…..

Augusto Santelices posee una nostalgia del origen, de la media luz o de la semi sombra o un espacio de vida cotidiana: la plaza, el toque de campana que anuncia los trenes, la charla de invierno junto a los rescoldos, las carretas cargadas de trigo, los amigos, el vino. No es el espacio del mito, sino el de la nostalgia de lo que ya no existe, o está oxidado o en miras de hacerlo. ¿Cómo reconstituir la aldea lárica en ruinas? Haciendo contacto con los pájaros, los caballos, el viento, el bosque, la sombra y la luz del sur. Esto es cogiendo el territorio que me circunda.

            Curicó es un territorio demarcado por grandes poetas, como lo fue Pablo de Rokha o Carlos René Correa, o Hernán Calquín Santelices, es la continuación de la ruralidad en su hábitat natural, que permanece con el paso de los años. Otros destacados son Daniel Barros Grez, Efraín Barquero, Gladys Thein, Héctor Aravena González, Armando Arriaza, Héctor Oyarzun, Tomás Guevara, René León Echaiz y en todos predomina la evocación como una forma de retrotraerse a las épocas más esplendorosas del ser.

Gran tarea es la de rescatar esa esencia, suprimir la violencia, fortalecer la palabra apaciguadora, reencontrarnos con los valores primordiales y establecer un nexo entre memoria y realidad. Augusto Santelices volvió un día a este terruño, a sus raíces y enclavó en el olvido. Ahí está su tumba alcanzada por los musgos del silencio, esperando el sonoro otoño, en que las hojas vuelan como pájaros huidizos y la brisa silba para escuchar su voz y sus palabras que aun sobreviven.


Referencias:
Ema Jauch, “Augusto Santelices, el Juez-Poeta de Licantén” Revista Maule UC, 1988.
Carlos René Correa: Diario la mañana de Talca 28 de Abril de 1992, artículo.
Enrique Salinas: “Augusto Santelices, la poesía con poncho curicano” Domingo 31 oct. 1993.
Orlando Gutiérrez: “Versos Inéditos de Santelices” Diario La Prensa Junio de 1991.
Samuel Baeza Reyes: Diario la Prensa  29 de Julio de 1973.

 Samuel Maldonado de la Fuente. Ingeniero Industrial, poeta, narrador y ensayista de larga trayectoria en las letras curicanas y de la región del Maule. Fundador de los periódicos  "Sucesos" (Curicó); "La idea de la semana" (Curicó) y Revista "Signo"; Ha publicado "Adolescente". Poemas (1968); "El Mesón de los borrachos". Cuento (1969); "Voces de Rauco: Alejandro Gutiérrez". Ensayo (1982); "Senderos del tiempo". Poemas (1983); "Poesía de tiempos invisibles" (2000), La ciudad Invisible (2003) y "Visión personal de la literatura curicana". Ensayo (2008), “El Pellejo Ajeno” cuentos 2014 y “Sentidos Colaterales” Poemas 2015.


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