AUGUSTO SANTELICES, PARA QUE NO ME OLVIDES…
(1907 – 1980)
Vichuquén.
Escribe:
Samuel Maldonado de la Fuente
“Cuando
no puedas amansar la pena
Cuando
la púa del dolor te crispe,
Ven
a la cima donde nace el viento
Pampo Francisco…”
Augusto
Santelices componen sus versos de dolor y drama humano, desde la tierra agreste
y solitaria, como si su entorno fuera una gran casa de adobe con sus huertos de
seres abandonados, pero recogidos por la palabra en la naturaleza propia y
social.
El
poeta es un símbolo de la maulinidad, que habita en los rincones crepusculares
de la costa curicana, allá en las serranías cobrizas de Licantén. Eligió esta
tierra silenciosa y cálida, a la vida santiaguina donde estudió. Esta localidad se desarrolló gracias a la llegada del ferrocarril en 1938
conectando al pueblo con Curicó. Licantén
en aspecto toponímico, tiene muchos significados etimológicos como "lugar
de la piedra encantada", "tierra de cobardes", o de "hombre
fuerte". Paralelo al pueblo deambula el río Mataquito, cuya cuenca tiene
6.190 km2, y se origina de la confluencia del río Teno, allí aún
se perciben vestigios del pasado como pueblo de aires evocativos. Los Incas que
invadieron este territorio antes de la llegada de los españoles, llamaron
“Mataquetha” al río, que significaba “dar coces la llama”, por lo mismo que la
palabra es quechua.
EL POETA Y SU RAIZ
Augusto
Santelices nació en Vichuquén el 14 de
Septiembre de 1907, lugar al que el poeta llamó en algún momento “Tierra de
olvido”, era el habitat de brujos y de mitológicos seres-pájaros, los Tué-Tué, que tanta fantasía llevan a la mente de sus
habitantes; Pedro Prado los inmortalizó con su publicación de Alsino en 1920, abriendo
las compuertas de un realismo mágico de esencia criollista, usando la
fantasía como principal tópico literario. El Poeta finalmente enclavó en otro olvido, el
cementerio de Licantén, allí yacen sus restos mortales, lugar al que se accede
con dificultad por un sendero polvoriento y asoleado, una humilde lápida de
mármol derruido, menciona el nombre del poeta y del hijo perdido a temprana
edad. La soledad del lugar, el silencio misterioso y los escasos visitantes,
dan a ese pequeño lugar un real sentido poético. El cementerio está en una
ladera del cerro, como subiendo a la montaña sagrada. Falleció el 1º de Mayo de
1980 a
la edad de 73 años.
Ema
Jauch nos recuerda que “de su lejana niñez, una tía coleccionaba y pegaba
cuidadosamente recortes de diarios y revistas con noticias literarias del poeta
que llamaba “El libro de Antología” donde aparece un poema publicado por
Zig.-Zag que se titula “Solo diez años después”, donde ya mostraba la finura y
elegancia del poeta:
“miro
tus velas blancas, sutiles y distantes,
Que
en los mares del mundo jamás podré alcanzar.
Sólo
porque tu barca partió diez años antes
Ya
no podré amar.”
A los
doce años se definía como “un mocoso de humanidades” hijo de la vieja raigrambe provinciana,
que después de aprender lo más elemental en su pueblo, pasó al Liceo de Talca,
donde cursó hasta el primer año de humanidades inclusive.
Dice
Alfonso Escudero: “Perduraba allí todavía la fama de la política impresa por
don Enrique Molina y don Alejandro Venegas. Pero el rector era ahora don
Ruperto Banderas Le Brun. Otros profesores que el poeta recuerda son el zorro
Villarroel, inspector, don Baudilio Lagos y el de Francés, don Ignacio Herrera
Sotomayor”.
En 1920 junto a sus hermanas se
traslada a Santiago, donde prosigue estudios en el liceo Valentín Letelier,
allí fue un alumno estudioso y provechoso. El Rector era don Rubén Guevara y entre
los profesores, destacaban Carlos R. Mondaca y a Mariano Latorre, este último
como sabía hacerlo, lo estimuló a
proseguir en la literatura.
En 1924 fue Bachiller y prefirió la
carrera de Derecho (1925–29). Concluyó Leyes en 1929. En su memoria de grado
(1930) la tituló “Esquema de una situación económica- social de Iberoamérica.
Luego ingresó a su práctica en el Bufete de Oscar Pinochet, Santiago
Macchiavello y Lisandro Santelices.
De su época de estudiante
universitario traba amistad con Julio Barrenechea, René Frías Ojeda, Oscar
Weiss, Luis Corvalán Valero, Benjamín Morgado, Clemente Andrade Marchant, Raúl
Cañón, Raúl Juliet, quienes deciden dar un “Golpe de estado” (como lo relata
Enrique Salinas) y se apoderan de la “Academia de Literatura y Artes” que
funciona en “El Diario Ilustrado”, a modo de ironía literaria le llaman
“Montepío Intelectual” y proclaman la abolición actas y estatutos. Otra de las
medidas, es que la Presidencia sería rotatoria de acuerdo a la estatura. Por
esa época dirigió la Revista
del centro de derecho: “Mástil”.
Era la época de los cambios
estéticos en la sociedad y en especial entre los artistas, época de “Ismos”,
aparece el surrealismo, el cubismo, el creacionismo entre muchos y el forma
parte de una nueva corriente, importada de Europa, el Runrunismo en 1928,
levantando acta solemne de una corriente
que ellos mismo llaman “Inútil”. Al menos sacudieron la abúlica sociedad en la
que convivían, con rasgos retinianios. En
una actitud un tanto Dadaísta, decide expulsar a cuatro de sus miembros
y se expulsa el mismo.
Llegó
a Santiago en épocas convulsionadas de efervescencia política. Cuando el “León
de Tarapacá”, Arturo Alessandri gestaba su candidatura, entre las revueltas de
la federación de Estudiantes de esos años, llegaba al Valentín Letelier de
Santiago, donde traba sus primeros contactos con Mariano Latorre.
En
1925 ingresa a estudiar Derecho en la Escuela de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile.
En 1926 ya empieza a escribir, con el ensayo “El Imperialismo yanqui y su
influencia en Chile”, posteriormente se transforma en asiduo colaborador de los
diarios “El Mercurio”, “Ultimas Noticias” y en las revistas “Zig-Zag” y
“Letras” de Santiago.
En
1929, recién aparece con el libro “El agua en sombra”, participando con una
poesía de nuevos tiempos, es el advenimiento de algo nuevo y distinto.
Se
cuenta que en el desaparecido Teatro Nacional durante una función, anunciaron
al poeta Santelices, los espectadores quedaron impactados por su figura,
“extremadamente delgado, flaco y pálido, enfundado en estrecho y enlutado traje
negro, luciendo polainas blancas” como recuerda Oreste Plath, revienta la
platea leyendo el poema “Oda a la Botella”, este último impactó al mismo Neruda
que a la vuelta de Rangoon donde fue cónsul, le manda a llamar y en una
recepción en su honor, vuelve a leerla. Neruda se emociona y lo abraza. Por
otro lado, Santelices se avergüenza por la lectura ante tan distinguida figura.
En
ese desaparecido Teatro nacional de Santiago, joven y universitario, Santelices
sorprende con su nueva obra lee en muchos salones a los que asiste y se transforma
en el impacto poético de la época es el “Oda a la Botella”:
“¡Oh,
Señora! ¡Oh, Botella!
Del
corazón ardido de soles y de estrellas,
Hada
maravillosa, diosa de la alegría,
A
tu influjo se trueca la noche por el día,
Se
muda el oro en cobre,
Se
vuelve el pobre rico y el rico queda pobre!
¡Oh,
Señora! ¡Oh, Botella!
Los
caminos del mundo se alumbran con tu estrella;
Lámpara
de Aladino,
En
tu fuego se queman lo humano y lo divino;
Barco
de la fortuna,
En
tu equipaje iremos un día hasta la luna...!
Y
era un país divino
Donde
el agua, la sangre y la savia es el vino,
Donde
el mar y los ríos, los lagos y las fuentes
Son
plenos de aguardiente,
Donde
en los campos solos, besando las estrellas,
Se
yerguen alamedas de pálidas botellas....
Donde
las dulces niñas
Antes
de pedir novio pedían una viña;
En
donde las señoras se daban grandes farras
A
la sombra ideal de las hojas de parra;
Donde el Sultán tenía once mil odaliscas
Que
si les falta el whisky se van poniendo bizcas.
País
celeste de la dicha
Donde
llovía chicha;
Donde
era el mar de vino
Y
yo sobre un tonel, era marino;
País
en donde el agua
Nunca
la conocieron ni las guaguas;
Y en donde hasta la sopa
La
servían en copa;
Donde
era cosa llana
Apagar
los incendios con una damajuana;
Donde,
en lugar del casco,
Los
heroicos bomberos se ponían un frasco.
Donde
admiten los bancos
Depósitos
en tinto, sobregiros en blanco,
Donde
soy tesorero de un pueblo peregrino
En
donde los impuestos se cancelan en vinos
Y
donde el jardinero, sólo por darse tono,
Riega las flores con anís del Mono.
EL POETA Y SU MUNDO
El
poeta se casa con Silvia González en el fundo “Santa Amelia” en Licantén, las
campanas entonan Docomávida, en ese momento cumplirá 30 años en 1937 y se
radicará para siempre. Este acto queda estapado en el poema “Recién casada”.
Tus
ojos se diluyeron
Como
una droga en mis venas;
Me
dieron sed tus cabellos
densos,
como una miel lenta.
Nuestro
abrazo echó a la brisa
Un
cuchicheo de yerbas;
Los
dondiego y se asomaron
Dilatados
de sorpresa.
Estabas
bajo la tarde
Como
una corra abierta;
Yo
no podía apartarme
Borracho
como abeja
…………………………………
Vinieron
los hijos y las promesas; María de la Luz, María Consuelo y Francisco Alejandro
que fallece tempranamente, al que Santelices dedica su libro “Un Hijo es como
un río”.
Fue
Regidor por Licantén y más tarde Alcalde por dos periodos. En 1976 es declarado
Hijo Ilustre de Vichuquén. Por esos años, ingresa a la Masonería Curicana,
donde llega al grado de Maestro. Augusto Santelices, fue Abogado,
Notario y Conservador de Bienes Raíces y finalmente jubiló como Juez de Letras
del Departamento de Licantén.
Muchas
son las anécdotas que se cuenta en su
calidad de Juez, se dice
que, en más de una oportunidad envió sus escritos judiciales en verso, esto le
causaba mucha risa dada su fina ironía poética.
“Un Hijo es
como un Río”, se llamará su ultimo libro impreso en 1970, con
ilustraciones de Pedro Olmos. Bajo el sello de ediciones Ancoa. Gran aprecio
sentía por los poetas e intelectuales linarenses, como Pedro Olmos, Emma Jauch,
Manuel Francisco Mesa Seco y Samuel Maldonado Silva. Las visitas aumentaron
entre el Fundo Santa Amelia y la
Villa de San Ambrosio de Linares.
Santelices posee su propia aldea
costina, donde la memoria se detiene en el tiempo, llamase Licantén, Vichuquén,
Lora; La vocación social la comparte como líneas de pan, de amor, líneas de fe,
nostalgia de un pasado que cabalga sus versos. Las cadencias de esta poesía,
deambulan entre los cerros, las nubes,
la luna, los puquíos y los personajes del pueblo, que emergen con magia a través del recuerdo.
Su voz trae nostalgia desenfrenada, es
el Buscarril a la costa que serpentea en sus versos, el río que amanece en
velo, la vivencias de un pueblo construido en el agua, los cerros con su elegía
de brumas, los hombres estampando su espíritu al atardecer, hay silencio en sus
caseríos, es Licantén o la tierra de nunca jamás.
La intensidad poética radica en la
naturaleza de sus personajes, el universalismo rural; el pueblo como una
estampa de soledad es el arte que rescata el sentimiento y el alma de lo que
siempre añoraremos.
Una
soleada tarde de Otoño, por un sendero polvoriento que conducía hasta una
colina donde está el cementerio de Licantén, el féretro invadió el silencio y
el olvido. Aun se escucha su voz tronando en el aire costino al cumplirse 107
años de su nacimiento aunque han paso largos 34 años de su desaparición, un día
primero de Mayo.
Algunos versos
se su obra fundamental nos quedan repicando al oído.
“Eras por fin el hombre y eras rubio,
Erguido como
una canción que va a quebrarse……………….
Un hijo es
como un árbol plantado en nuestro pecho.
Pero ya no
será, ya no tendré relevo,
¿Qué torva
bestia decoloró tu sangre
Tronchó tu
clara espiga, quebró tu cien de cuarzo?
Un hijo es una
herida que no cerrará nunca…..
Augusto
Santelices posee una nostalgia del origen, de la media luz o de la semi sombra
o un espacio de vida cotidiana:
la plaza, el toque de campana que anuncia los trenes, la charla de invierno
junto a los rescoldos, las carretas cargadas de trigo, los amigos, el vino. No
es el espacio del mito, sino el de la nostalgia de lo que ya no existe, o está
oxidado o en miras de hacerlo. ¿Cómo reconstituir la aldea lárica en ruinas?
Haciendo contacto con los pájaros, los caballos, el viento, el bosque, la
sombra y la luz del sur. Esto es cogiendo el territorio que me circunda.
Curicó es un territorio demarcado
por grandes poetas, como lo fue Pablo de Rokha o Carlos René Correa, o Hernán
Calquín Santelices, es la continuación de la ruralidad en su hábitat natural,
que permanece con el paso de los años. Otros destacados son Daniel Barros Grez,
Efraín Barquero, Gladys Thein, Héctor Aravena González, Armando Arriaza, Héctor
Oyarzun, Tomás Guevara, René León Echaiz y en todos predomina la evocación como
una forma de retrotraerse a las épocas más esplendorosas del ser.
Gran tarea es la de rescatar esa
esencia, suprimir la violencia, fortalecer la palabra apaciguadora,
reencontrarnos con los valores primordiales y establecer un nexo entre memoria
y realidad. Augusto Santelices volvió un día a este terruño, a sus raíces y
enclavó en el olvido. Ahí está su tumba alcanzada por los musgos del silencio,
esperando el sonoro otoño, en que las hojas vuelan como pájaros huidizos y la
brisa silba para escuchar su voz y sus palabras que aun sobreviven.
Referencias:
Ema Jauch, “Augusto Santelices, el Juez-Poeta
de Licantén” Revista Maule UC, 1988.
Carlos René Correa: Diario la mañana de Talca
28 de Abril de 1992, artículo.
Enrique Salinas: “Augusto Santelices, la
poesía con poncho curicano” Domingo 31 oct. 1993.
Orlando Gutiérrez: “Versos Inéditos de
Santelices” Diario La Prensa Junio de 1991.
Samuel
Baeza Reyes: Diario la Prensa 29 de
Julio de 1973.
Samuel Maldonado de la Fuente. Ingeniero Industrial, poeta, narrador y ensayista de larga trayectoria en las letras curicanas y
de la región del Maule. Fundador de los periódicos "Sucesos" (Curicó); "La idea
de la semana" (Curicó) y Revista "Signo"; Ha publicado "Adolescente".
Poemas (1968); "El Mesón de los borrachos". Cuento (1969);
"Voces de Rauco: Alejandro Gutiérrez". Ensayo (1982); "Senderos
del tiempo". Poemas (1983); "Poesía de tiempos invisibles"
(2000), La ciudad Invisible (2003) y "Visión personal de la literatura
curicana". Ensayo (2008), “El Pellejo Ajeno” cuentos 2014 y “Sentidos
Colaterales” Poemas 2015.