A LA SOMBRA DEL TIEMPO: ENRIQUE VOLPE MOSSOTTI.
Escrito: Samuel Maldonado de la Fuente
A finales de la segunda guerra mundial,
muchos europeos escaparon a nuevas latitudes, para encontrar paz y sosiego, una
nueva vida para sus familias. Alemania había
invadido Polonia el 1 de septiembre de 1939, iniciando este dramático
episodio de la humanidad. En Italia, Mussolini gobernaba haciendo alarde de
una política de exaltación patriótica. El fascismo imperaba el 27 de octubre de 1938, en Vercelli
(Piamonte), donde nacía el pequeño niño al que bautizaron como Enrique Volpe
Mossotti.
Con sus ojos de niño, mira sorprendido lo que acontecía a su alrededor y lo
recuerda diciendo: “Llegué chico, pero creo que nací poeta. Teniendo mi familia
medios para mandarme a un colegio de Santiago, yo preferí una escuela casi para
menesterosos en Linares. Todos eran campesinos. Yo era como un canario en una
jaula de jotes. Pero lo más extraño es que me sentí bien. Idealizaba el campo y
al final me convertí en técnico agrícola, tocándome ir a la cordillera, porque
aprendí todo lo concerniente a la siembra en terrenos desérticos y a la cría de
ganado en la montaña". (entrevista de 2001).
Llega con su familia en 1949 a Linares que
no era una ciudad para desarrollarse en las letras o el intelecto, más bien su
carácter colonial y abúlico, poco aportaba para tal intención. Después de sus
estudios en el Colegio Salesianos se titula de Técnico Agrícola, profesión que
ejerce durante mucho tiempo. En esta tierra al sur del Maule, se conecta con
las montañas, el verdor de la vegetación campesina, los potreros, su gente, sus
tradiciones, que lo marcan para siempre. A los veinte años se hace cargo de una
parcela, aunque nunca deja de escribir.
Volpe
empieza a desarrollarse en un ambiente agrícola o campesino de la época en
Linares. Aun esas condiciones, empieza a escribir poesía y se inquieta por
buscar sus pares en la ciudad. Un día llega a casa del periodista poeta Samuel
Maldonado Silva, quien había publicado unos libros poéticos. Este le presenta a
Francisco Mesa seco, con los que entabla relaciones y visitas periódicas, son
sus primeros pasos en la bohemia en el bar “El Tumbaito”. En 1957, fundó el Grupo Literario Rosa del
Maule, de corta vida. También formó parte del Grupo Literario Prometeo y fue
cofundador de la Corporación Caballo de Fuego.
En
1959 publica su primera obra, “Cabaña entre las Rosas” (1959) sello Rosa del
maule, Linares, prologuista Manuel Montalva. Libro
integrado por cuatro partes: "Cantos simples y un paraíso soñado";
"Cabaña entre las rosas": "Jardines del silencio";
"Tierras de Linares". Luego incluyen tres poemas, "Parábola del
paraíso perdido", "Parábola del paraíso encontrado" y "El
vendedor de flores". en el volumen "Historia y Antología de la
Literatura Chilena" de Alejo Roa. Ed. Salesiana (1962). En Revista
Linares con “Poema del Maule” (1966).,
conectándose con el mundo literario local. Posteriormente edita Separata “Días
de Sal y cenizas” (Barcelona), aunque se da conocer en un ámbito más amplio,
con “Crónica del Adelantado” (1994) bajo el sello de Editorial Universitaria,
“Imperfecto Exilio” Lom Ediciones (1997), recibió el Premio Alerce de novela por “Un
capitán galopa en las fronteras del infierno”(2000)
Sus vivencias, de las que se cuenta que
en algún momento fue detective, lo llevan forzosamente a relacionarse con
bandoleros, brujas y traficantes. Es tiempo en que bullen las ideas y en cuatro
días, da forma al libro “Responso para un Bandolero” (1997), publicado por
Ediciones LOM, donde cuenta con el personaje llamado Segundo Catalán, memorable
bandido rural en la cuesta de Chacabuco a principios del siglo XX. "Cantigas y trovas del gozoso amor" (Ediciones
Caballo de Fuego),
Enrique Volpe, tenía muy buen olfato y autocrítica para
describirse. Aseguraba que era un rebelde apasionado, huraño por naturaleza,
violento, anarco conservador y llevado de sus ideas. Llamaba a los políticos
como pelafustanes. Nunca apreció el amor como tal con las mujeres, solo eran
cariños pasajeros, aunque las respetaba. Es decir, fue mujeriego y nunca
encontró a la mujer ideal. Pensaba en la soledad, que en algún momento pensó en
el suicidio, pero lo supero el amor por la vida. "Hay varias soledades, decía
el poeta. Está, la soledad del campo, a mí siempre me gustó vivir en la
cordillera, pero más allá de ella, está la que se vive en la ciudad, rodeado de
personas con las cuales no se comparte nada”.
Largos años, tal vez 18, los dedicó al
campo familiar de 800 hectáreas junto a la laguna de Aculeo, donde extrajo
mucho material para sus libros, en la crisis del 80 vendió parte del fundo y
compró en Jahuel, en plena cordillera en San Felipe. Ese lugar era como un
lugar sagrado, “Cada árbol tiene su significado. Otras hierbas con poderes
medicinales, alucinantes, afrodisíacos. Lugar donde el alma se expande, como
aquellos arroyos de cauce profundo, pero sin torrente, que conservan las
vibraciones de los riachuelos secos".
En sus noches de descanso, dormía con su pistola Baretta
bajo la almohada, es decir, era un poeta de armas tomar. En esos días de campo,
pudo contactarse con la realidad de los bandidos rurales, lo que plasma en su
libro “Responso para un Bandolero”. Dice en parte del libro: “El era don
Segundo catalán, todo un señor bandolero del pasado un bandido campesino de
alta alcurnia, un tótem esculpido en un trozo de granito de los cerros más
escabrosos…..” Influyen en él, Payadores, ex bandidos o
antiguos patriarcas campesinos como Luis Pastén, vestido a lo hidalgo con
ojotas y hasta con harapos". Volpe perseguía lo chileno, unido a la tierra
propia y natural:
"Chile, como gota de rocío
en el cuenco de una piedra:
Chile es el nombre indiano de
esta tierra larga
que cabe en el trino helado de
un pájaro salvaje"…
RELOJ DE SEMILLAS
El
verano madura en los nidos de las loicas
con pequeñas señales: linternas de plumas errantes
en la noche solar de las hojas, buscando en las cortezas
llagadas de años, el paraíso de la larva;
su rápido sol de podredumbre.
Los destrozados cántaros de la sequía
afirmados contra las murallas grises
de un horizonte de piedras áridas. El arrepentimiento
de los ángeles ante la agonía
del vegetal sediento; la flecha del pastor
enterrada en el corazón del relámpago húmedo
del gato montés; son los signos:
consumación de lentos fuegos,
en un desierto de surtidores extintos.
Tedioso verano; el corazón ardiendo entre rojas guitarras
sabe de la agonía de la tierra: estremecimiento
de germinales aguas subterráneas
en busca de círculos de fecundación. Aullido
salvaje de semilla desgarrada, sobre
los anillos de la luz. Hay que leer la vida
de santos anacoretas,
o textos de botánica para comprender
que los árboles y las bestias, así como los hombres
tienen su infierno y su paraíso.
Cautivar el alma en su reloj de semillas
y sentir en la soledad el tiempo de la tierra;
el latido de su profundo corazón de fecundaciones.
Otras creaciones son: “Tierra Padana” (Separata Poesía de
corte elegiaco 1979), Flauta Verde (Separata poemas), Sombras del tiempo
(narrativa premio Gabriela Mistral 1984), "Imperfecto Exilio"
Pero en él habitaba el sentido poético,
como una esencia crucial, de allí un paso a la bohemia en bares de mala muerte
en Linares, San Felipe o Santiago. Enrique
Volpe alentó una atmósfera de humeantes noches con aroma a ánfora, buena
conversación con dilatadas palabras, y alcohol. Nunca será suficiente recordar
lo que pensaba y transmitía a sus lectores. Medía un metro ochenta y cinco; era
alto y corpulento de ojos azulinos, irradiaba transparencia a quienes lo
conocieron.
Francisco Medina Cárdenas, quien lo conoció muy de cerca,
relata: “Las mujeres fueron su debilidad. Tuvo aventuras. Algunas veces fue
gusto de casadas. Hubo problemas que supo sortear bien. Conocí directa /
indirectamente a varias de sus pololas. Conoció una gitana estupenda. En esa
ocasión tuvo que ponerse corbata, peinarse con gomina y llevarla al cine.
Murió a
las diez de la mañana del 9 de mayo de 2002, Enrique Volpe, se disponía a visitar a su amigo
"compatriota", el escritor Gianni Migliano. No pudo ser. Luego,
en el crematorio, veríamos a sus pares en la despedida final: Mardoqueo
Cáceres, Fernando Quilodrán, Roberto Araya Gallegos. La muerte de Volpe fue
sorpresiva, increíble, como también fue increíble su vida, repartida entre el
campo y "la actividad literaria". (relata Lorenzo Peirano en 2004).
La información de su muerte, triste y fría
causó asombro. … Lo fulminó un coma diabético seguido de un paro cardíaco. Quedó su "quehacer
poético", a su vocación épica, lo que pervive en la memoria. Al final,
allí quedó su Pistola Beretta, un cortaplumas Vicorinox, un llavero y otros
objetos inertes, que algún día estuvieron en las manos del poeta. Quedó su
palabra en poesías y narrativa, que no mueren, sino que lo rescatan del olvido.
Enrique Volpe, experto en Literatura Chilena e Hispanoamericana, la Literatura
Italiana que apreciaba en profundidad. Queda su adicción al cigarrillo como una
droga fatídica, era degustador exagerado del café, comía en abundancia
desesperada, puede haber sido por lo corpulento de su anatomía.
Fue Volpe, observador impenitente de rincones, como los
inhóspitos parajes de serranías y cabrerías cordilleranos, donde clavaba sus
ojos de puma, para extraer esa extensión de soledad. Amante de las picadas y
bares de mala muerte sucumbieron a sus andanzas comestibles, como las de Pablo
de Rokha entre Parrilladas y chunchules fritos acompañados de ají cacho de
cabra y del buen vino de la casa. O de longanizas chillanejas que comía apenas
llegaban a sus manos a capela, junto a un trozo de pan y harto aguante o un
enjundioso plato de arrollado a la chilena con unas prietas bien asadas a la
parrilla y el infaltable puré maquillado con pebre cuchareado de tentación. “Sin
lugar a duda, un diestro de la cuchara a la chilena” recuerda en parte Cristian
Cruz.
Dice
Volpe del libro “Crónica del Adelantado”: “La tensión poética se mantiene no
sólo cuando narra, sino también cuando canta. Cuento y canto forman aquí una
unidad indisoluble... está cruzado constantemente con un lirismo inevitable en
su construcción estética. La crónica del descubrimiento de una tierra de Indias
más allá de los avatares de la epopeya misma se ve matizada, con la dolorosa
fantasía de los sueños para el conquistador que es un hombre enfrentado a la
incerteza sobre su propio destino. Don Diego de Almagro es el hablante épico
lírico de este poema que no pretende ser una biografía cronológica del
intrépido Adelantado”.
CANTO 21
Copayapu, así nombran los
indios esta tierra semidesértica
que limita al norte con
la lenta agonía del sol.
Copayapu, con sus
manantiales de sal cristalizada.
Copayapu, más que un
silvestre nombre geográfico,
parece una pequeña
estrella de arcilla cautiva en las manos
de una bruma que oculta
nidos de aguiluchos lunares
……….,
CANTO 25
Recuerdo el esqueleto de
un ave de presa,
entre unas rocas
cristalizadas, en San Francisco
de Copayapu: un armazón
de huesos más blancos
que la nieve misma,
midiendo la inclemencia
de esas cumbres destructoras.
Cóndor, le dicen
los pastores andinos a
esa ave de presa que acostumbra
volar en espiral en un
rito salvaje.
Cóndor, haz de flechas
negras o astro de plumas nocturnas
que gotean sangre del
sol: una especie de águila
de las Indias, que se
alimenta con las crías de los guanacos
y de todas las carroñas.
Siempre recuerdo el esqueleto
de un cóndor andino,
entre unas rocas de vidrio
que parecían los peldaños nevados de la escala del cielo.
Enemigo de la antipoesía, como una gran
frustración. Escribió, antes y después de la "Crónica del
Adelantado", otros libros. El primero, "Cabaña entre las Rosas"
(1959) bajo el sello Rosa del Maule. Donde el poeta itálico enfrentó la mayor
dificultad: utilizar un idioma ajeno para su expresión. La tierra del Maule,
Linares, lo condicionaron en su poesía y narrativa, hablar de la tierra propia
y natural en toda su extensión. Lo que continuó en la laguna de Aculeo y Alhue,
con nuevos descubrimientos literarios y su propuesta.
Se dijo en su momento, que la “Crónica
del Adelantado”, había una especie de "invasión a las razas
indígenas", cosa que indignó a Volpe. Basta una atenta lectura del libro
para comprender que éste apunta a la chilenidad en su esencia. No en vano
encontramos a Gonzalo Calvo de Barrientos: "El primer español llegado a
Chile y el primer padre de la mestiza raza chilena” Cosa que genetistas
actuales consideran que un 80% de los chilenos somos mestizos y esta tierra es
de todos. En el mestizaje es biológico y cultural, todos nos hemos mimetizados
en esta tierra y no existen habitantes privilegiados por raza. Basta en mirar al
descendiente de aborigen, para apreciar su tez blanca, sus rasgos y lenguaje actual.
El poeta, fue un adelantado en el tiempo, desde la pampa austral al gran desierto, que, por diversas sendas vienen los chilenos, desde las montañas hacia el mar, en las letras y en la historia narradas en el tiempo. Ya maduro con los años, regresa al lugar que lo vio nacer, Vercelli, Piamonte está al oeste de Milán al norte de Italia. Pero todo ya no es lo mismo es una urbe moderna y de grandes construcciones. Llega como un perfecto desconocido, intentando recomponer un pasado oculto a su retina, de ese poblado campesino, de montañas, machos cabríos, que reproduce en su libro “Imperfecto Exilio”.
Cuando el poeta recorre grandes extensiones siendo aun,
un niño, su percepción de la realidad está trastocada por la incertidumbre.
Requiere de largos años para asimilar lo vivido. Enrique Volpe empieza a
recomponer esa realidad en las tierras de Linares, donde llega a fortalecer sus
primeros pasos. Es un lugar similar al de esa tierra Padana de su familia donde
sufrieron el hambre, la violencia, los atropellos de una época oscura y rural.
Familia de campesinos exiliados en los campos del Maule. Acá crece el poeta
Volpe entre potreros, trillas, carneros, vacas, siembra. Un lugar de inviernos
oscuros y lluviosos, con cercas de matorrales, esbeltos álamos y animales que
tiran las carretas del oficio.
Volpe empieza a tejer su figura legendaria extraída de
los campos del Maule, de su primera escuela Salesiana, donde aprende o reafirma
su oficio de la tierra y egresa como Técnico Agrícola. Tarea que ejerce
voluntariamente infinidades de veces, como reviviendo su esencia campesina
familiar, tanto de su origen italiano como el de la idiosincrasia chilena.
Escribe su libro culmine, “Imperfecto Exilio”, por cuyas
líneas construidas por palabras que van vaciando una evocación dolorosas,
recuerdos que lo atan a la tierra Padana, cuyas llanuras pretende reconstruir
en versos la memoria oral de sus ancestros, un poco mezcladas con la vivencia
rural de principios del siglo XX en un chile, de los campos del Maule, de sus
habitantes, de bandidos, asaltos que lo marcan nítidamente, llevando siempre consigo un revolver para
mantener el vigor de su propia audacia.
Las sílabas, las palabras emanan con versos nítidos, bellos, potentes como la mejor de las elegías que marcaron el recuerdo más áspero. Las imágenes a veces se tornan confusas en las páginas de sus poemas, pero no pierden belleza profunda del recuerdo que aprieta el corazón.
En el poema "Epístola póstuma para un patriarca
campesino" ante la muerte de un anciano en las tierras de Alhué. Se
pregunta:
“Ahora en su ausencia ¿Quién nos puede contar esas
fábulas bellamente inverosímiles?
Decir que una orquídea ebria de frescas estrellas florece
en el corazón de todos los pájaros ...
pues nadie pudo aun domar ….
esa bestia chúcara con largo pelaje e nocturnos sudores…
que es la muerte(pag.18).
En “Elogio al macho cabrío”, continúa sus actos
evocativos los que transfigura en un simbolismo de la tierra agreste, de las
serranías y sus senderos polvorientos de salvajes habitantes.
“…Que en la tierra árida de la muerte sigue fecundando
Una vida que se asemeja aun coqueteo rebaño de jóvenes
cabras
Que con sus brincos horadan los primeros peldaños de
paraíso. (pag, 22)
El poeta semeja a un juglar de la edad media, con su
flautín entre los aires suizos e italianos de los montes y al río Po que riega
su tierra Padana en sus llanuras. Sentado en su escritorio en este lejano
Chile, evoca al padre en su tierra natal tan lejana como el tiempo. En el poema
“Tierra Padana” dice:
“Aun soy aquel niño de ayer que sembraba campanas de
locura
en sus venas, mientras escuchaba un llamado de voces ancestrales…
Ya no se incendian
cometas de estrellas sobre las cúpulas de las grises torres
de Vercelli,
y en el pino del invierno madura un aroma de lejanías".
"Siempre renace una primavera de cándidos sueños
infantiles en los huertos y prados de la llanura padana, como el vacío perfume
de una gigantesca amapola de luto".
enciende una guitarra de sal en las venas del cactus,
trato vanamente de cultivar un girasol de anhelos
imposibles…(págs. 81-82-83).
Sus versos deambulan en una prosa lírica, firme precisa y elegiaca. Abundan las imágenes sugestivas que reptan por las hojas del libro donde abundan lo mítico de la ruralidad, es una obra escrita en tiempo pasado, en otra época que clava sus propios hitos en el polvo de los viejos caminos de la historia. Esta plagado de paisajes sureños del Maule que los superpone en el recuerdo de la oralidad familiar.
En esta tierra acogedora, de su exilio imperfecto, le ha brindado el oficio literario con el cual nos sorprende y nos ilumina, es un gran poeta profundo y reflexivo. Se vistió de lobo estepario, solitario, crítico, de ideas concluyente,
En la revista “Linares” Nº 109 de enero- diciembre de
1966 pag.234, publica Poema del Maule.
Enrique Volpe narro en su
libro "Responso para un bandolero", una serie de leyendas sobre
bandidaje rural, entre ellos la historia de Pascual Liberona, bandido apodado
“El Brujo”, creándose una leyenda de quien se dice vivía con ciertas
comodidades en una hermética guarida de paradores rurales, tugurios, ranchos y
solares de pobreza.
Su residencia en Las
Hornillas era de estilo casa señorial, de acuerdo con lo que comenta Enrique
Volpe Mossotti, decía que poseía un buen fundo en la localidad de Colina,
crónica que forma parte del folclore y leyenda en torno al personaje.
Enrique
Volpe quizás sea uno de los poetas más intuitivo e impulsivo de su generación.
Alto y macizo, de ojos claros, un metro noventa con acento de italiano piamontino,
(dice Reinaldo E. Marchant) genuino, los cigarrillos que nunca extinguía y los
parlamentos infinitos, retrataban a un fanático conversador de temas
infaltables: poesía y bandoleros, era su agrado.
Fue
un poeta inclaudicable con sus ideas, que, en tiempo de dictadura, llevaba al
cinto su infaltable revólver, hasta el día de su muerte. Con ese vozarrón
cascado por el humo sempiterno de cigarrillos fuertes, no tenía empacho en
desafiar al fascismo imperante, decía, y echaba mano al arma como una valiente
demostración de osadía.
Ese fue nuestro poeta exiliado en este imperfecto territorio.
Libros de Enrique Volpe:
Cabaña
entre las rosas, 1960.
Crónica del Adelantado, poesía, Editorial Universitaria, 1994.
Imperfecto exilio, LOM Ediciones, poesía, 1997. Premio Gabriela Mistral en
1997.
Un capitán galopa en las fronteras del infierno, novela, Premio Alerce 2000 de
la Sociedad de
Escritores de Chile.