NERUDA Y EL NARANJAZO
por Samuel Maldonado de la
Fuente
Pablo Neruda se dio tiempo para todo: para viajar, para
coleccionar, para amar, para jugar, para hacer política, para departir e
incluso para escribir muchas veces más de lo debido.
Casado con Matilde Urrutia, descrita en no pocas
oportunidades como una leona a la hora de defender los privilegios de su tenorio,
no temió, en tan asentada etapa de su vida conyugal, poner a prueba la
integridad de una construcción afectiva que a sus amigos ya parecía monolítica.
Los quebrantos de salud y
la situación política del país constituían un nuevo y mayor motivo de
tormentos.
En un opúsculo de apenas ochenta páginas, obra de don Juan
Ramón Astorga Bamga, antigua cepa de Curicó, aparece en pleno canto a la
materia la figura de Pablo Neruda. El volumen se titula “Perfil sinóptico del
naranjazo curicano”. Ramón Astorga cuenta cómo se generó el cuadro de la
contienda electoral que, con el nombre de “naranjazo”, llegaría en 1964 a sacudir los cimientos
de la vida política chilena al destituir bruscamente de opción efectiva en la
carrera presidencial de ese año a Julio Durán Neumann, postulante de
centroderecha.
En opinión
de don Juan Ramón Astorga Barriga, recio paladín del socialismo, el azar se
encargó de sacar al país de sus modorras políticas, precipitando a destiempo
virajes electorales que, lejos de galvanizar la unidad de la nación, no
hicieron sino poner de relieve la flojedad de un lenguaje público adverso a la
incoherencia.
Con todo, don Juan Ramón Astorga no se priva de pintar los
fragores de la batalla que permitiría a la izquierda allendista elegir diputado
por Curicó al médico pediatra Oscar Naranjo Arias y de paso, como por
carambola, frustrar las expectativas de triunfo del Frente Democrático (Julio
Durán Neumann) en la justa presidencial. Le cupo a Pablo Neruda, participación
activa en favor del candidato que había de promover el “naranjazo”. Por
ejemplo, en plena campaña pasan por el pueblo de Rosario precisamente a la hora
de almuerzo.
El negocio de “Juan y Medio”, situado en el lugar, ofrece verdaderas excelencias en el
plano criollo. Pablo Neruda se detiene y considera lícito repetir la frase de
Prat: “Ha almorzado la gente? Invita a que lo imiten en su movimiento.
Comienza, ante Juan y Medio o Juan Barrera, el propietario,
con proposición de una cazuela de ave; sigue con un trozo de cabrito al horno
acompañado de porotos granados; continúa con un pastel de choclos, del cual, y
no por falta de apetito, sólo alcanza a servirse la mitad. Finalmente,
terminada la limpia faena, como buen matador, extrae de un bolsillo interior
una whiskera de plata y apura un sorbo digestivo.
“Para bajar estas exquisiteces bucólicas que bien
merecerían un poema”, Explica. Juan
Ramón Astorga’ opta por un trago de vino tinto. En uno de esos días de “ardiente
impaciencia” electoral, Neruda y Juan Ramón componen en comandita unas versainas
panfletarias. Neruda las olvida. Juan Ramón Astorga las conserva, las
reproduce.
Ello lo obliga a tomar contacto con la Fundación Neruda hartos
años después para obtener el permiso de publicación.
La gente de la
Fundación carece de constancia acerca de la autoría de
Neruda. No es necesario conferir permiso. Las versainas escritas en un bar por Neruda y Juan Ramón en 1964
responden a exigencias combativas de línea gruesa:
“Un saco
de pecados capitales
recibe
Chile de los LIBERALES.
Allende,
ha sido largo este dolor /
conservado
por el CONSERVADOR.
/ Allende,
ya la patria está cansada /
de la
miseria RADICALIZADA...”.
‘‘Pablo Neruda se había contagiado con el virus electoral que estaba alcanzando
relieves dieciocheros”, reflexiona Juan Ramón Astorga.
Ese año la elección presidencial la perdió Allende, no obstante,
el triunfo del doctor Naranjo. El pánico prematuro en las filas del Frente
Democrático obliga a posponer las pretensiones de Julio Durán en beneficio de la postulación democratacristiana de
Eduardo Frei. A juicio de Juan Ramón Astorga y de su prologuista, Manuel Mandujano
Navarro, un drama de equivocaciones. Se confunde la natural victoria de Naranjo
con una “debacle” en los cotos de centroderecha. La culpa no es de Naranjo. La
culpa es de los que carecen de óptica para apreciar la realidad de la
situación. Neruda contribuye en silencio.