martes, 28 de abril de 2009

POEMA DE UN HIJO MUERTO A SU MADRE


CARTA DEL ALMA

Madre
No apacientes el dolor de otoño,
Que esta agua quietas
Enmudece mi transparente edad.
Fue ese día gris
En que hojas se desvanecen en el aire,
En que una lágrima de rocío
Llora la tierra y cava honduras,
Cuando emprendí el silabario celestial
De esta pradera nueva.

Madre
He cogido el aire para escribirte
Desde este estuario de luz divina,
Donde las violetas están inertes
Entre estrellas plateadas de esperanza,
He cogido las aves mensajeras,
El viento que va y viene por la vida,
Los pensamientos que repican en las torres de cristal,
Para que en este duelo de tristeza,
Sea un cirio sacro y tibio
Para este inmortal sueño.

Madre
Mis huesos del arrullo de tu cuerpo
Un hijo
Es como una raíz
Que repta oculto en su universo,
Un arrollo que fluye en la memoria,
Un lágrima desgajada, lenta y agria
Cuando la ausencia desvanece la estampa.
¡Hijo, Hijo, Hijo¡
Palpitará tu angustia
Grávida palabra de soledad,
Silencio inoportuno de la muerte impura.

Madre
En este lecho transparente y fértil,
No abunda la tierra inhóspita,
Mis huesos desvalidos por la tierra honda,
Son energía útil en la postrera estancia,
Un hijo es una luz que parpadea
Como un río que nace y muere cada día,
Mientras tu vivas
Seré el velamen de tu existencia,
El pregón que en las noches enciende la oscuridad.

Samuel Maldonado de la Fuente (2009)